Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA): ¿Es recomendable el ejercicio físico durante la recuperación?

SALUD MENTAL

Estudios sugieren que, con la supervisión adecuada, la actividad física puede ser un recurso clave en el tratamiento de los TCA

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Cada vez más investigaciones demuestran que la actividad física puede convertirse en un recurso terapéutico valioso. 

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Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) son una de las afecciones más complejas y menos visibles en el ámbito de la salud mental. Se caracterizan por alteraciones emocionales, cognitivas y conductuales que distorsionan la relación con la alimentación, derivando en conductas extremas como la restricción severa de la comida o los atracones.

Si bien pueden manifestarse en distintas etapas de la vida, la adolescencia es el periodo de mayor riesgo, especialmente en mujeres, debido a la presión social y los cambios asociados a la construcción de la identidad. Entre estos trastornos, la anorexia nerviosa destaca por su elevada incidencia en jóvenes de entre 15 y 19 años. En esta franja de edad, la búsqueda de aprobación externa y la autoimagen pueden convertirse en factores determinantes para su desarrollo.

Históricamente, se ha visto con desconfianza el ejercicio físico en el tratamiento de los TCA. Esto se debe a que, a menudo, las personas afectadas llevan la actividad física al extremo con el objetivo de “compensar” las calorías consumidas, lo que distorsiona sus posibles beneficios y aumenta la culpa y la ansiedad. Además, en estos casos, el ejercicio se vincula con la obsesión por el control del peso, lo que puede intensificar el malestar psicológico y llegar a fomentar conductas suicidas o cronificar el trastorno. 

Sin embargo, los profesionales del Hospital Clínic Barcelona apuntan a una nueva visión. Existe creciente evidencia de que, bajo una planificación rigurosa y con la supervisión adecuada, el ejercicio podría aportar beneficios en determinadas fases de la recuperación.

Este cambio de enfoque se basa en investigaciones que subrayan la necesidad de personalizar el ejercicio según las necesidades físicas y emocionales de cada persona. Los estudios sugieren que, cuando se regula adecuadamente la frecuencia, intensidad y tipo de actividad, el ejercicio puede contribuir a mejorar la autoestima y la estabilidad emocional, sin incentivar la obsesión por el peso. La Doctora María Fernández, especialista en ejercicio, ha demostrado que, en un entorno terapéutico bien estructurado, la actividad física puede reforzar la conexión con el cuerpo, aliviar tensiones y promover una fortaleza interior más saludable.

Esta visión no ignora los riesgos de un uso indebido del ejercicio. Cuando la actividad física se convierte en la única estrategia para “compensar” lo que se ingiere, deja de ser una fuente de bienestar y se transforma en un refuerzo de la conducta patológica. Si el ejercicio compulsivo persiste a pesar de molestias o lesiones, o si la sola idea de no entrenar genera culpa intensa, es esencial buscar ayuda psicológica. En estos casos, es clave contar con un equipo multidisciplinar que pueda revisar conductas y objetivos, además de reformular rutinas poco saludables. 

Aunque se requieren más estudios para definir con precisión en qué etapas del proceso de rehabilitación el ejercicio puede integrarse de manera segura, el panorama actual ofrece más opciones que nunca para ayudar a las personas que conviven con un TCA. Cada vez más investigaciones, respaldadas por la experiencia de los equipos especializados, demuestran que la actividad física, lejos de ser solo un obstáculo, puede convertirse en un recurso terapéutico valioso. Para que esto sea posible, es esencial contar con un acompañamiento cercano, un apoyo nutricional adecuado y, sobre todo, una visión compasiva hacia quienes enfrentan una de las batallas más difíciles en salud mental.

En el futuro, el ejercicio podría desempeñar un papel positivo en la recuperación de las personas con TCA, ayudando a mejorar su bienestar físico y emocional. En este contexto, es fundamental reconocer que cada paciente tiene un recorrido único, por lo que la recomendación de ejercicio debe personalizarse tanto como el enfoque psicológico y nutricional. Este es el primer paso para equilibrar el delicado vínculo entre cuerpo, mente y alimentación.

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