Cómo dejar de fumar y superar las recaídas

Tabaquismo

Profesionales sanitarios recomiendan fijar una fecha y compartir el compromiso con el entorno cercano

No fumar

El tabaquismo no solo perjudica al fumador, sino también a quienes lo rodean. 

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Fumar es una de las adicciones más extendidas y, al mismo tiempo, una de las más difíciles de superar. Según datos del Hospital Clínic Barcelona, una persona muere cada seis segundos debido a enfermedades relacionadas con el tabaco y, a largo plazo, uno de cada dos fumadores fallece por enfermedades vinculadas al cigarro. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define como fumador a cualquier persona que haya consumido al menos un cigarrillo diario durante el último mes, lo que resalta la magnitud del problema a nivel global.

El tabaquismo no solo perjudica al fumador, sino también a quienes lo rodean. Los fumadores pasivos están expuestos a hasta 4.000 sustancias tóxicas y tienen un 35% de riesgo de desarrollar cáncer de pulmón. Además, cuando el humo se acumula en espacios cerrados, todas las personas presentes en dicho espacio se ven afectadas, especialmente los niños, quienes son más vulnerables a sufrir crisis asmáticas e infecciones respiratorias. Este impacto no solo es físico, sino también económico, ya que cada fumador gasta alrededor de 1.500 euros al año en tabaco, lo que representa un desembolso considerable para muchas personas. 

A medida que la ciencia identifica con mayor precisión las conexiones entre el tabaquismo y enfermedades graves, como diferentes tipos de cáncer, afecciones cardiovasculares o la EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica), crece la preocupación social. La conciencia sobre estos riesgos y el coste tanto económico como sanitario refuerzan la necesidad de abordar el tabaquismo como un problema de salud pública.

El tabaquismo no solo es una adicción, sino también una enfermedad crónica, debido a su prolongada duración y las recaídas frecuentes que se presentan durante el proceso de abandono. Aunque estas recaídas son comunes, no impiden alcanzar la meta de dejar de fumar. La dependencia de la nicotina —presente en cigarrillos, pipas, vapeadores, calentadores de tabaco y cachimbas— se ve reforzada por sustancias como el amoníaco, que incrementan la compulsión. Como ocurre con cualquier adicción, va mucho más allá de la “falta de voluntad” y requiere ayuda especializada para su tratamiento y superación.

Gracias a profesionales formados y a tratamientos farmacológicos específicos, dejar de fumar es completamente posible. Uno de los refuerzos más importantes en este proceso son los beneficios inmediatos y a largo plazo que se experimentan al abandonar el tabaco. En las primeras 48 horas, la presión arterial y el pulso se estabilizan, el riesgo de infarto disminuye y los sentidos del olfato y del gusto se recuperan. En pocas semanas, la capacidad pulmonar y la salud cardiovascular mejoran significativamente, y a los cinco años sin tabaco, la mortalidad puede reducirse a la mitad.

Aunque el camino para dejar de fumar no suele ser inmediato ni exento de complicaciones, es común que el fumador necesite varios intentos antes de lograrlo de forma definitiva. En cada etapa, la paciencia y la capacidad de perdonarse ante una recaída son claves: un tropiezo no invalida el progreso, sino que ofrece la oportunidad para ajustar la estrategia. También hay que tener en cuenta que la falta de nicotina puede acentuar la ansiedad, por lo que contar con apoyo psicológico o psiquiátrico puede ser determinante para el éxito.

La tasa de éxito en el proceso de dejar de fumar aumenta significativamente si la persona cuenta con el apoyo de un equipo multidisciplinar. Este equipo puede incluir terapias individuales o grupales, así como fármacos para paliar los efectos de la abstinencia. El respaldo familiar y social, sumado a un manejo adecuado de las emociones y la atención sanitaria, convierte el objetivo de dejar de fumar en una meta alcanzable. Una vez alcanzado, hay beneficios tanto para el bienestar físico como para el mental y emocional.

Tomar la decisión de dejar de fumar ya es un gran paso hacia una vida más saludable y con menos riesgos. Para aumentar las probabilidades de éxito, los expertos en salud recomiendan fijar una fecha concreta para abandonar el cigarrillo y comunicárselo a familiares y amigos, reforzando así el compromiso. 

También es útil eliminar cigarrillos y objetos relacionados con el hábito, además de limpiar los espacios donde haya olor a tabaco. Sustituir la rutina de fumar por pequeñas acciones, como beber agua con pajita, mascar chicle sin azúcar o mantener las manos ocupadas, puede facilitar la transición. El ejercicio físico y las técnicas de relajación ayudan a canalizar la ansiedad, mientras que compartir el proceso con personas de confianza permite afrontar mejor los momentos más difíciles.  

Si se produce una recaída, es fundamental evitar la culpabilidad excesiva y recordar que dejar de fumar es un proceso, no un acto inmediato. Dado que el tabaquismo es una enfermedad crónica y una adicción, lo importante no es la caída en sí, sino aprender de ella y seguir avanzando. Identificar qué factores desencadenaron el impulso de volver a fumar permite buscar apoyo adicional si es necesario. Cada persona tiene su ritmo de deshabituación, por lo que un tropiezo no invalida el progreso; al contrario, puede ser una oportunidad para reforzar el compromiso.

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