Descubrir un embarazo de gemelos siempre es una sorpresa. Independientemente de cómo se reciba la noticia, este tipo de gestación requiere un seguimiento especial, ya que presenta algunos riesgos particulares tanto para la madre como para los bebés.
Los embarazos gemelares se clasifican en dos tipos: monocoriales, cuando los fetos comparten la misma placenta, y bicoriales, cuando cada uno tiene la suya. Aproximadamente el 20% de estos embarazos son monocoriales y, en algunos casos, pueden presentar complicaciones como el síndrome de transfusión feto fetal, que ocurre en entre el 10% y el 15% de las gestaciones de este tipo.
El síndrome de transfusión feto fetal ocurre cuando el flujo sanguíneo entre los gemelos es desigual. Uno de los fetos, conocido como donante, recibe menos sangre, lo que afecta su crecimiento y producción de orina, mientras que el otro, el receptor, recibe un exceso, lo que puede sobrecargar su sistema circulatorio.
Esta condición se clasifica en cinco estadios (I-V) según su gravedad. En los primeros niveles (I y II), no suelen detectarse alteraciones cardiovasculares graves. A partir del estadio III, pueden aparecer complicaciones graves en el sistema cardiovascular, y en el IV, uno de los fetos presenta un fallo cardíaco avanzado. El estadio V significa la muerte de uno o ambos gemelos.
Es un síndrome que puede cursar sin ninguna sintomatología en la madre
La doctora Mar Bennasar, especialista en Medicina Fetal del Hospital Clínic Barcelona, advierte: “Este un síndrome que puede cursar sin ninguna sintomatología en la madre”. Esto representa un riesgo, ya que, si no se detecta a tiempo las consecuencias pueden ser graves. Cuando hay síntomas, los más comunes son distensión abdominal y contracciones. Sin embargo, al ser poco específicos, es posible que no se asocien de inmediato con el síndrome de transfusión feto-fetal. Por eso, tal como señala la doctora Bennasar, es crucial seguir los controles establecidos: “Es muy importante realizar controles seriados en estas gestaciones. Normalmente, hacemos un control cada dos semanas”.
El diagnóstico se realiza mediante una ecografía. Se detecta porque el feto donante tiene poco líquido amniótico en su saco y no es posible ver su vejiga. En cambio, el feto receptor muestra una gran cantidad de líquido amniótico y la vejiga distendida. A veces, también se observa una discrepancia en el tamaño y el peso de los fetos, aunque por sí sola, esta diferencia no es suficiente para confirmar el diagnóstico. “La transfusión feto fetal puede aparecer en cualquier momento de la gestación, pero es más frecuente entre las 16 y las 25 semanas”, explica la doctora Bennasar. Por esta razón, los controles son especialmente importantes en este período del embarazo.
Las tasas de discapacidad neurológica asociadas a esta enfermedad varían entre el 40% y el 80%. La tasa de mortalidad se sitúa en torno al 80% de los casos cuando la afección se presenta entre las 21 y las 26 semanas, y alcanza el 100% si ocurre antes de las 20 semanas. Por eso, una vez diagnosticada, la enfermedad requiere tratamiento urgente.
La primera opción terapéutica es la intervención quirúrgica, específicamente una fetoscopia. Durante este procedimiento, se realiza una incisión de unos 3 milímetros en la piel y se inserta una cánula hasta la cavidad uterina. Con un láser, se coagulan las conexiones vasculares, a través de las cuales los fetos intercambian líquidos, y se divide la placenta en dos, similar a lo que ocurriría en una gestación bicoral.
Aunque pueda parecer un procedimiento complejo, la doctora Bennasar destaca que “la fetoscopia es una técnica mínimamente invasiva”. Tras la intervención, la paciente debe guardar reposo absoluto durante las primeras 24 horas. En las semanas siguientes, se recomienda reposo relativo y controles ecográficos semanales.
Existen otros métodos, aunque son menos efectivos. Uno de ellos es el amniodrenaje, que consiste en extraer el exceso de líquido amniótico del saco del receptor. Sin embargo, la tasa de supervivencia con este método es de un 60%, por lo que se emplea solo en aquellos casos en los que la intervención con láser no es viable.
La fetoscopia es una técnica mínimamente invasiva
Entre las complicaciones del tratamiento más frecuentes se encuentra la rotura de la bolsa amniótica, que se presenta en un 10%-20% de los casos y, generalmente, no conlleva la pérdida de la gestación. También pueden darse el parto prematuro y la pérdida gestacional, que ocurre en un 5%-10% de los casos. Otras complicaciones son el retraso de crecimiento selectivo y las secuelas neurológicas del feto superviviente, principalmente asociadas a la prematuridad. Por último, la infección intraamniótica, la transfusión feto fetal inversa y una nueva forma de transfusión feto fetal crónica, caracterizada por una diferencia de hemoglobina entre los gemelos.
Aunque sin tratamiento el índice de mortalidad es muy alto, el pronóstico mejora considerablemente después de la cirugía. Tras el procedimiento, la supervivencia de al menos un feto se alcanza en un 85%-90% de los casos, mientras que la supervivencia de ambos fetos se consigue en el 65%. La tasa de secuelas neurológicas se sitúa alrededor del 5%.
Dado que las causas del síndrome de transfusión feto fetal son desconocidas, la investigación actual se enfoca en dos áreas clave: mejorar los procedimientos quirúrgicos para reducir las complicaciones durante y después de la operación, y desarrollar métodos para minimizar las secuelas neurológicas y cardiovasculares en los fetos que sobreviven a la cirugía.