Los bosques tropicales, la gran fábrica de oxígeno que tiene el planeta, sumideros de una buena parte del dióxido de carbono que emitimos a la atmósfera, desaparecen a un ritmo récord, amenazados no sólo por la deforestación agrícola, sino también por los incendios forestales, cada vez más frecuentes e intensos por el calentamiento global. En 2024, estos ecosistemas se perdieron a un ritmo de 18 campos de fútbol por minuto, casi el doble que en 2023. “Estamos ante alerta roja global”, advierten desde Global Forest Watch, la plataforma de monitoreo que ha registrado este preocupante dato.
En ninguna parte del mundo la pérdida de los llamados bosques primarios avanza más rápido que en los trópicos. Y en ningún otro año, las cifras de destrucción han sido tan alarmantes como las de 2024. A medida que la Tierra se calienta, estos enormes focos de biodiversidad tienen una nueva amenaza: los grandes fuegos que, sin control, arrasan con millones de hectáreas.
Son ecosistemas forestales cruciales para los medios de vida, la biodiversidad, el almacenamiento de carbono, el suministro de agua, y más
Por primera vez, los incendios forestales desplazaron a la agricultura como causa principal de la deforestación. El año pasado, el primero en sobrepasar la línea roja de 1,5ºC respecto a la era preindustrial, las llamas devoraron cinco veces más bosque primario tropical que en 2023. En total, se perdieron una cifra récord de 6,7 millones de hectáreas, un área casi del tamaño de Panamá.
“Estamos hablando de algunos de los ecosistemas forestales más importantes del planeta, cruciales para los medios de vida, el almacenamiento de carbono, el suministro de agua, la biodiversidad y más”, explica Elizabeth Goldman, Gerente Sénior de Investigación de Global Forest Watch, licenciada en Ciencias Ambientales de la Universidad de California en Berkeley. La desaparición de estos ecosistemas provocó en 2024 más de 3 gigatoneladas (Gt) de emisiones de gases de efecto invernadero, equivalente a todo el CO2 que India arroja a la atmósfera por el uso de combustibles fósiles.
Esta ONG utiliza datos del laboratorio GLAD de la Universidad de Maryland para confeccionar sus mapas. En los bosques tropicales, la mayoría de los incendios son provocados por el hombre para despejar tierras para la agricultura. El año pasado, con condiciones extremadamente cálidas y secas, las llamas se propagaron a otros bosques, generando fuegos más grandes y generalizados.
En los últimos 24 años, la tala de bosques para la agricultura permanente ha sido la principal causa de pérdida de bosque primario tropical. Ahora, los incendios, se están convirtiendo en la principal causa, responsables de casi la mitad de la pérdida. América Latina se vio particularmente afectada, revirtiendo la reducción en la pérdida de bosque primario observada en Brasil y Colombia en 2023.
“Si bien los bosques pueden recuperarse después de los incendios, los efectos combinados del cambio climático y la conversión de los bosques a otros usos de la tierra, como la agricultura, pueden dificultar esta recuperación y aumentar el riesgo de incendios futuros”, explican los científicos de Global Forest Watch.
Pese a los compromisos políticos, la pérdida de bosques tropicales se acentúa
En 2021, más de 140 países firmaron la “Declaración de Líderes de Glasgow”, comprometiéndose a detener y revertir la pérdida de bosques para 2030. La realidad es que la destrucción se acrecienta: de los 20 países con la mayor superficie de bosque primario, 17 presentan una mayor pérdida de bosque primario hoy que cuando se firmó el acuerdo.
Brasil tiene más bosque primario tropical que cualquier otro país del mundo. Es el país que más contribuye a la pérdida de bosques (42%). En 2024, el gigante sudericano experimentó su sequía más intensa y generalizada en siete décadas, lo que, combinado con altas temperaturas, provocó que los incendios se propagaran a una escala sin precedentes en todo el país.
El bioma amazónico, por ejemplo, sufrió la mayor pérdida desde el máximo histórico de 2016, con un aumento del 110% entre 2023 y 2024. El 60% de esta pérdida se debió a los incendios forestales. En esa misma región, Bolivia experimentó un enorme aumento del 200% en la pérdida de bosque primario en 2024, superando los registros récord de 2023.
En las selvas bolivianas, el fuego suele usarse para extender la agricultura industrial, especialmente la ganadería y los monocultivos como la soja, la caña de azúcar y el maíz.
“Si bien el fuego puede ser una herramienta tradicional para la gestión del territorio, las condiciones cada vez más cálidas y secas han convertido muchas de estas quemas en incendios descontrolados, lo que resulta en temporadas de incendios más largas y destructivas”, explica el informe de Global Forest Watch. En abril, el Ministerio de Medio Ambiente de Bolivia confirmó que en 2024 se quemaron 12.658.157 millones de hectáreas, el 11,5% del territorio nacional, incluyendo extensas áreas de bosque.
Muchos otros países de América Latina también experimentaron grandes picos de pérdida de cobertura arbórea por la magnitud de los fuegos. Los incendios causaron el 60% de la destrucción de bosque primario en Belice, Guatemala y México. En Perú, el incremento anual fue del 135%. Y Guyana, un país que históricamente ha presentado tasas relativamente bajas de pérdida de bosques tropicales, cuadruplicó su registro entre 2023 y 2024.
Mismo panorama en África

Vista aérea de una granja deforestada en Yanonge, al noreste de la República Democrática del Congo, en septiembre de 2022.
La República Democrática del Congo (RDC) y la República del Congo, en África central, dos países con una gran extensión de bosques tropicales, también sufrieron la mayor pérdida desde que hay registros. Las causas, según este informe, fueron los incendios, la tala de árboles para producir carbón vegetal (la principal fuente de energía) y para la agricultura.
En la República del Congo, la pérdida de bosques primarios aumentó un 150 % entre 2023 y 2024, casi el doble que en cualquier año anterior registrado. Los incendios fueron responsables del 45 % de la pérdida debido a condiciones más secas y calurosas de lo habitual.
Las excepciones a una pérdida generalizada en casi todo el mapa han sido Indonesia y Malasia, países que en 2024 experimentaron una menor pérdida de bosque primario que en 2023, consolidando tasas de destrucción muy inferiores a las de hace una década. Según esta ONG, en ambos países existen políticas públicas que “priorizan la protección, la restauración y la extinción de incendios forestales”.
“Estos esfuerzos, junto con las lluvias tardías y la prevención de incendios por parte de las comunidades locales y las agroindustrias, ayudaron a mantener bajas las tasas de incendios a pesar de la sequía en muchos lugares. Las iniciativas del sector privado para reducir la deforestación relacionada con los productos básicos también contribuyeron”, se explica. Malasia experimentó una reducción del 13 % en la pérdida de bosque primario en comparación con 2023, quedando fuera de la lista de los 10 principales por primera vez.
No podemos permitirnos ignorar la llamada de atención de 2024
Goldman, investigadora de este ONG y una de las autoras del informe, advierte que para detener y revertir la pérdida forestal para 2030, las cifras deberán reducirse un 20% cada año con respecto a los niveles de 2024, objetivo que “requiere medidas en diversos frentes para que las tendencias avancen en la dirección correcta”.
Además de un “liderazgo político sostenido”, esta ambiciosa pero impostergable meta, requerirá “desvincular la producción de materias primas de la pérdida de bosques”. Se necesita, por tanto, que “las empresas de sectores de materias primas con riesgo forestal deben acelerar el progreso hacia sus propios objetivos sectoriales de cadenas de suministro libres de deforestación”.
También, ante el aumento de condiciones cálidas y secas que provocan más incendios forestales, los países que tienen una gran extensión de bosques tropicales deben invertir en “sistemas de alerta temprana, equipos de respuesta rápida, medidas de cumplimiento, educación sobre la preparación de terrenos agrícolas sin incendios y quemas prescritas para reducir la inflamabilidad”.
Goldman agrega tres ítems más a la lista: combatir los delitos contra la naturaleza (la tala ilegal, la minería y la conversión agrícola asociada al acaparamiento de tierras); más financiación para la protección y la restauración de los bosques; y el fomento de las economías forestales comunitarias: entregar parte de la gestión de los bosques a los pueblos indígenas y las comunidades locales.