Dominique Darmendrail, hidrogeóloga sa, es una de las principales expertas sas en políticas de agua y entornos contaminados, con un sólido prestigio internacional. Tras una carrera científica entre la investigación y la política medioambiental, ha sabido aprovechar la ciencia para contribuir a políticas públicas al más alto nivel. Trabajó para JPI Water, una iniciativa europea que tiene como objetivo garantizar la seguridad hídrica a largo plazo y tiene el título de “Caballero” de la Legión de Honor.
Hoy le preocupa el exceso de consumo y está convencida de que la tecnología ayudará, pero no será suficiente para garantizar el suministro a agua potable en el continente sin contar con el compromiso de la sociedad. En Francia recuerda que ya hubo 1.200 municipios sin este bien fundamental en el verano de 2022. Al año siguiente, el gobierno aprobó un plan para reducir el 10% del consumo que observa que está funcionando.
Cuando hemos llegado a tener 1.200 localidades sin al agua potable es porque ya hemos ido más allá de los recursos renovables

La sequía y la sobreexplotación de los acuíferos secaron en 2024 la Laguna de Santa Olalla, en Doñana
De todos problemas con el agua que detecta en Europa, ¿cuáles son los que tienen peor pronóstico?
Son cuatro: uno es el del al agua y saneamiento, otro la gobernanza o gestión de los recursos de agua, sobre todo cuando son transfronterizos e incluso entre regiones de un país; el tercero es el cambio climático; y por último, la contaminación. Cuantas más moléculas buscamos, más encontramos y hay que ver el riesgo que suponen para la salud humana y del medio ambiente. Pero el pronóstico concreto depende de las zonas. En cuanto al , en el verano de 2022, en Francia ya tuvimos 1.200 municipios sin agua potable. Muchos eran en territorios de ultramar, como las Antillas, Mayotte (en el Índico) o Guyana sa, pero también en Europa hubo cortes de suministro. En algunas cuencas, como la del río Garona o la de Loire, ya tenemos conflictos porque las partes altas quieren consumir más para nuevos cultivos, pero entonces no llega a los que viven más abajo.
Es similar a los conflictos que tenemos en España.
Si, pero además nosotros tenemos en el Loira cinco centrales nucleares que necesitan recoger mucha agua para refrescar los reactores. Son instalaciones que precisan estar situadas en sitios con suministro de forma continua, también en verano. A eso se suma que tras el COVID en Francia se apostó por la reindustrialización, por fabricar superconductores y chips y poco después más armas debido al conflicto en Ucrania. En general, es un aumento de la demanda en lugares donde el agua va a menos.
Con el consumo actual, ¿Europa podría tener un déficit general de al agua limpia?
No tendremos los problemas de África porque hay más disponible y contamos con reservas, pero no podemos utilizar aquella que no es renovable. Es verdad que tenemos acuíferos, pero no todos pueden ser accesibles. Una parte son reservas estratégicas porque si una guerra se extiende o si terrorismo ambiental, por ejemplo soltando bacterias en las aguas en superficie, deberemos recurrir a esas aguas subterráneas. Lo que pasa es que cuando hemos llegado a tener 1.200 localidades sin al agua potable es porque ya hemos ido más allá de los recursos renovables.

La contaminación del agua suele proceder de fuentes industriales o de sustancias y productos de uso cotidiano en nuestros hogares .
¿Por dónde tienen que ir las soluciones?
La primera es la sobriedad. En Francia, el gobierno aprobó en 2023 un Plan Nacional del Agua que incluye una reducción del 10% del consumo para 2030. Unos hacen más esfuerzos que otros, pero es un objetivo estatal y cuenta con incentivos económicos para transformar los procesos industriales. En la agricultura también se piden esfuerzos para limitar el regadío y se promueve cambio de cultivos como el maíz por el de lentejas, que precisa menos agua. Ahora, las centrales nucleares van a tratar el agua dentro de su sistema, con torres refrigerantes que recuperen el vapor de agua. Y también se han potenciado sistema de conexión entre diferentes áreas geográficas: tenemos pequeñas cuencas que conectamos entre sí con canalizaciones para que haya intercambio de agua en función de la situación de necesidad de cada territorio.
¿Cree que el objetivo de reducir un 10% del consumo se cumplirá?
En algunas regiones se ha alcanzado ya, incluso el 15% en dos años. En Biarritz, donde vivo, hay mucha población y muchos turistas poco conscientes con el tema, así que dos temporadas se cerraron las duchas en las playas. Solo esa medida hizo bajar el consumo un 5%. También se ha bajado la presión del agua: con solo bajarla un ‘bar’ se ahorra un 7%, y el no lo nota. La idea es que cada territorio encuentre cómo hacer ese ahorro, sea en industria, agricultura o mejores canalizaciones, por las que se aún perdemos un 20%. Son acciones a implementar con mucha divulgación a la sociedad.
Francia tiene más agua que España ¿Cómo se ve desde allí nuestra situación?
En realidad, en la costa mediterránea son los mismos problemas: mucha población, muchas piscinas, mucha agricultura, turismo. Antes, cuando en mi país una localidad se quedaba sin agua no se hacía pública la noticia, pero ahora el Ministerio de Medio Ambiente lo publica y cada vez más personas que temen que les ocurra en sus hogares. Así aumenta la conciencia social. Respecto a España, hay una gobernanza interesante. Creo que es buena la gestión por cuencas fluviales en lugar de regiones istrativas porque éstas crean más límites a la hora de compartir datos. En general, miramos mucho hacia España porque vamos a tener esa situación de escasez en mi país.
De España podemos aprender la gestión de aguas residuales. En Francia se prohibió regar flores con agua reciclada (...) decían que es un riesgo...
Es decir, somos su futuro…
Exacto. Y vemos que nuestro sistema, que funciona bien, ha llegado al límite. De ahí la idea de hacer interconexiones entre territorios. Desde 1964 tenemos por ley una gestión por cuencas y hay un Comité Nacional del Agua y otro por cada cuenca en el que están políticos, istraciones, s, oenegés ambientales… Todos toman decisiones sobre la estrategia general y sobre los planes de inversión. Por ahora han llegado a soluciones. También hay comités locales, conectados con los otros. Estos meses se está haciendo una consulta para que cada territorio explique sus problemas y plantee soluciones. De España podemos aprender, por ejemplo, una mejor gestión de las aguas residuales. En Francia, la istración pone barreras. En Orleans, por ejemplo, se prohibió regar flores de día con agua reciclada porque decían que es un riesgo para la salud humana, aunque es mínimo. Está claro que no nos va a salvar la tecnología sino el ahorro y no contaminar. Cada grado que suba la temperatura es un 7% más de evaporación de agua y conviene no olvidarlo.
En Europa algunos estudios indican que solo un 39% aguas superficiales están en buen estado y que la tendencia no es a mejor.
No es del todo cierto. Desde que se vigilan, hemos aumentado el número sustancias que se analizan. No se puede comparar lo que se medía en 2010 con lo del 2025. Es más, en algunos productos hay mejoras. La cuestión es que puede mejorar la superficie y no los acuíferos, adonde se han transferido sustancias que se acumulan. Y de algunas sustancias no podemos prescindir. Es el caso de los PFAS (un grupo de más de 4.700 compuestos químicos sintéticos muy utilizados en la industria), que no siempre son sustituibles. Luego hay otros problemas. En Bretaña tenemos acuíferos fisurados y el agua en esas fisuras no tiene cómo regenerarse, no tiene filtros como en un suelo con arena.
¿Nos hemos olvidado del ciclo del agua?
Eso parece, tenemos directivas que protegen el agua pero hemos perdido ese ciclo como eje y hay que restaurarlo, y con soluciones basadas en la naturaleza. Ya hemos visto sequía hasta en Suecia y graves inundaciones en Alemania, Bélgica o aquí en Valencia. Pero es que tenemos construcciones en zonas inundables. En Francia, cuando se inundan casas las desplazamos de sitio. Ahora queremos que los bomberos estén también en los comités de cuenca y se quiere que se eduque en los colegios sobre los riesgos para que cuando los niños sean adultos no vayan a sacar su vehículo del garaje si hay una inundación. Hoy nuestro servicio geológico, equivalente al IGME en España, tiene 1.850 estaciones de control de acuíferos que recogen información constante del estado de los niveles de agua y de algunos parámetros químicos. Cada mes se hace público un mapa de su estado. Lo difícil es averiguar cuál es la fuente de la contaminación para eliminarla. Ahora estamos investigando el uso de bacterias naturales que viven ahí para ver si al estimularlas acaban con los pesticidas. Son trabajos en los que no falta la esperanza de encontrar soluciones.