Crecimiento e inmigración

Las previsiones del 2025 y el 2026 de la Comisión Europea reflejan, lógicamente, los efectos sobre la actividad de la incertidumbre generada por las medidas de Trump. Y, si a menudo es complejo prever lo que sucederá, en estos tiempos y a la espera del final de la tregua de 90 días, el ejercicio es un tanto heroico. En todo caso, la Comisión parte de unos aranceles que quedarían fijados en un 10% general y en el 25% para automóviles, hierro y acero.

En este contexto, se espera que el PIB mundial aumente un 2,9% en el 2025 y se recupere moderadamente en el 2026 (3%) y, para el área del euro, un 0,9% y un 1,4%, respectivamente. Como viene sucediendo, España crecería bastante más: un 2,6% en el 2025 y un 2,0% en el 2026, una notable reducción que refleja la elevada tasa de ahorro de los hogares y la contención de la inversión que provoca la incertidumbre, al tiempo que la balanza exterior restará PIB. En todo caso, añadiendo a lo sucedido desde el 2019 lo que se espera, el PIB español en el 2026 se situará ya un 12% por encima del generado en el 2019, un registro que supera largamente al del conjunto de la eurozona (7,2%) y se sitúa muy por encima del de Alemania (1,4%), Francia (5,6%) o Italia (7,3%).

Precisaremos de un aporte continuo y creciente de extranjeros al mercado de trabajo

Una de las razones del menor avance del PIB en España en el 2026 que cita la Comisión es la moderación de los flujos migratorios, por una cierta reducción del aumento del empleo. Previsiones conservadoras para el 2025 y el 2026 estiman el crecimiento de este último en el entorno de los 300.000 empleos por año, lejos de la media próxima a los 600.000 del periodo 2021-24. Y dado que, entre el 2018 y el 2024, el 73% de los nuevos puestos de trabajo en España, y el 100% en Catalunya, fueron ocupados por personas nacidas fuera de España, esa contención del incremento de la ocupación se traducirá en menor presión migratoria.

Y ahí emerge el factor diferencial del crecimiento español: el aporte del colectivo inmigrante, ampliando el mercado, incrementando ingresos públicos y participando en la producción. En este último aspecto, y considerando una productividad/ocupado de los inmigrantes que fuese del 50% de la de los nativos, su aporte al empleo desde el 2018 sugiere que cerca de la mitad del crecimiento económico de Catalunya, y quizás un 40% del de España, se habría generado gracias a la participación de los inmigrantes. Una contribución al crecimiento del PIB que, justamente, han destacado hace poco Arce y otros en Foreign workers: a lever for economic growth (The ECB Blog, mayo 25).

Más allá de la coyuntura, y si pretendemos crecer razonablemente, precisaremos de un aporte continuo y creciente de inmigrantes al mercado de trabajo: el envejecimiento y la reducción de nuestros activos lo exigirá. Hoy, cuando el debate sobre el futuro de las políticas de inmigración en Europa va elevando la temperatura, convendría que nosotros, desde aquí, no lo olvidáramos.

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